¡BUEN DOMINGO!

¡BUEN DOMINGO!
He aquí los reglamentarios chistes dominicales, patrocinio y contribución de ustedes, mis estimados y respetados lectores.
ESPERO ESTO LES LLEGUE AL CORAZÓN, TANTO COMO ME LLEGÓ A MI
Un hombre joven estaba de compras en el supermercado, cuando notó que una viejecita lo seguía por todos lados. Si él paraba, ella paraba, además de quedársele mirando todo el tiempo con gran ternura.
Al fin, camino a la caja, ella se atrevió a hablarle y volteándose le dijo: "Espero que no lo haya hecho sentirse incómodo; es sólo que usted se parece mucho a mi hijo que recién falleció, diciendo esto, los ojos se le humedecieron a la venerable anciana.
El joven con un nudo en la garganta, replicó que estaba bien, que no había problema, que en lo absoluto le molestaba la actitud de la avejentada señora.
"Sé que lo que le voy a pedir es algo poco común, pero si usted me dijera: "Adiós mamá", en cuanto vaya yo saliendo del supermercado me haría usted muy feliz jovencito". Le pidió rubicunda y con cara de mucha solicitud la ancianita. El joven, sabiendo que sería un gesto que llenaría de gozo y alegría el corazón y espíritu de su interlocutora, accedió de muy buena gana.
Entonces, mientras la viejita pasaba por la caja registradora se volteó sonriente hacia él y con lento movimiento con su mano en alto, en función su avanzada edad, dijo, dirigiéndose al muchacho: "¡Adiós hijo!". Y él, lleno de amor y ternura le correspondió efusivamente exclamando: "¡Adiós mamá!".
El hombre, contento y satisfecho con motivo del deber cumplido por haber hecho su buena obra del día y porque seguramente había traído un poco de paz y gozo a la viejecita, continúo a pagar sus comestibles.
"¡Son $4,581.- pesos!", sonriente, cantarina y amable le dijo la cajera. "¡¡¿Cómo, por qué tanto?!! ¡Si apenas llevo cuatro cosas!". Entre sorprendido y disgustado reclamó el chamacón. "Sí, pero su mamá dijo que usted pagaría por sus mercaderías también".
Moraleja: No confíes en ninguna mujer ¡Son canijas aun de viejecitas!
COMPARTIR
Una pareja de ancianos entró a un local Mac Donald's y se sentó junto a una mesa donde unos jóvenes estaban cenando. El anciano se acercó a la caja e hizo su pedido; luego, desenvolvió la hamburguesa, la cortó por la mitad y puso una mitad junto a su esposa con mucho cuidado; contó todas las papas fritas e hizo lo mismo. Metió dos popotes dentro del refresco y lo puso entre él y su esposa; el anciano comenzó a comer su media hamburguesa, la gente se les quedó mirando con compasión.
Un joven se les acercó y educadamente les ofreció comprarles otra ración de comida, el viejito respondió que no se molestara, que estaban acostumbrados a compartirlo todo. La gente se dio cuenta de que la ancianita no había probado bocado, sólo miraba como comía su marido y de vez en cuando bebía un poquito de refresco. El joven volvió a insistir en su ofrecimiento, esta vez fue la ancianita la que le explicó que no, que ellos estaban acostumbrados a compartir todo.
Entonces el muchacho le preguntó a la viejecita: "¿Y usted... qué está esperando?
Ella, entre paciente y amable, regalándole al joven una angelical, cuanto desdentada sonrisa, le responde: "¡Los dientes!".
¡ESPERO LES HAYAN GUSTADO Y QUE LA PASEN MUY BIEN!
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