AHORA SI ME SENTÍ PREHISTÓRICO

AHORA SI ME SENTÍ PREHISTÓRICO
¡Nombre!, el otro día, departiendo y compartiendo el pan y la sal en torno a una mesa con comida con unos conocidos y dos jóvenes familiares que les acompañaban (uno de 15 y el otro de 18 años), la conversación se fue por el lado de las cuestiones generacionales y al estar yo disertando sobre mi época de adolescente y lo divertido que fue aquello, de pronto uno de los jovencitos me miró con intensidad y me dejó caer una pregunta que tiene mucho que ver con el título de la "calumnia": "Oiga ¿Y en su época no tenían celulares, verdad?". En ese preciso instante la edad se me vino encima sin carnaval ni comparsa, se me acumuló todo el tiempo del mundo, la correlación generacional con Tutankamon fue un argumento válido en todos sentidos y creo me salieron más canas y arrugas en las arrugas ¡Fue terrible!
ME VEÍAN COMO AUTÉNTICA RELIQUIA DE MUSEO
El ¡Pinche chamaco todavía agregó! Para dejarme caer la última puñalada trapera: "Oiga ¿Y que los celulares al principio eran muy grandotes, es cierto?". Quise apelar a las expresiones de Polo Polo, gritándole algo al recanijo mozalbete, pero, me percaté sus preguntas carecían de toda ironía, escarnio; iban directas, sin tapujos, sin decoros, sin retórica, tal y como se expresa uno cuando se está entrando en la flor y nata de la juventud, abandonando la niñez. Tragando zapos, no tuve de otra que decirle, no sin antes haber respirado profundo: "Mira, jovencito, en mis tiempos no teníamos ni teléfonos inalámbricos, es más, los teléfonos estaban todos conectados a la red general de Tel Mex y, el servicio sólo lo tenían los "ricardos" de la cuadra y las tiendas, y a estas últimas era a donde por lo regular íbamos a hacer uso del teléfono (muy rara vez). Amén de que tampoco habían teléfonos públicos, estos comenzaron a llegar en los setentas".
AHORA RESULTA QUE SIN CELULARES ESTO YA NO ES VIDA
Ya por esa vertiente se fue la conversación, pero, me resultó de lo más grato escuchar en forma tan directa, amena y sin la barrera generacional o el título o el cargo, a dos imberbes muchachones cuestionarme en forma tácita de cómo pudimos vivir en una época en la que no había "celulares". ¡Háganme ustedes el fabrón cabor!
Pero sí, incuestionablemente la década de los sesenta del siglo pasado (¡Pala mecha! Y ya estoy hablando ¡Del siglo pasado!), suena a algo así como a "Lo que el Viento se Llevó". Pero, creo salí airoso de este inesperado, cuanto muy agradable trance en el que me emboleté. Les referí a los chamacones cómo en una ocasión me había encontrado en una tienda departamental a una amiga de aquellos ayeres, que ella no me había reconocido pero que al identificarla me presenté, ella tuvo una actitud recelosa hasta que le dije quién era. Nos abrazamos con gran afecto, llamó a sus dos hijos y les explicó quién era yo, de pronto, me miró seria y me dijo: "¡Wily!, explícale a mis hijos cómo vivimos, que nuestras vacaciones eran en el Playón y no salíamos de viaje y que fuimos muy felices. Pues ellos, si no los llevamos o mandamos, mínimo a Disney World, pues no quieren ya Disneylandia ¡Se trauman los muy ...abrones!".
NO OBSTANTE ¡QUE BIEN LA PASAMOS Y LA SEGUIMOS PASANDO!
Y sí, les expliqué a mis contertulios que en nuestra infancia, no tuvimos esa rica gama de aparatejos electrónicos que hoy les da tanto sentido a su existencia, pero, que nos divertimos a raudales, corriendo por todo el barrio, yendo a las casas de todos los amigos, como si de nuestras propias casas se tratara. Que no nos debíamos quejar de que algún adulto nos había reprendido porque sin mediar averiguación nos daban hasta una tunda "Porque algo malo hiciste". Pero eso sí, no debíamos cuidarnos ni nos cuidaban de ningún adulto, porque todos nos respetaban. Como tampoco supimos que algún amigo en la infancia hubiese muerto, pues todos fuimos muy sanos, tan sanos que ni al doctor íbamos, todas las enfermedades clásicas de la niñez nos la pasábamos con los remedios de la abuelita. Cuando nos caímos de algún árbol, nos levantábamos y seguíamos en la brega o, si el asunto resultaba aparatoso, con una sobada en la parte golpeada con eso bastaba. No tuvimos los cuidados extremos que hoy existen y mucho menos fuimos al psicólogo, pues tal profesión no existía. Nadie se traumaba y nadie andaba en la "depre". Todo era jugar, jugar y más jugar.
Hoy, a la distancia, veo que nuestras mamás estaban amorosas y chancla en ristre en casa y nuestros papás cumplieron con la figura paterna y fueron proveedores. Les dije, en aquellos días no fuimos una sociedad de consumo, ni contaminación de ningún tipo había ¡Hasta nos dejábamos picar a propósito por los mosquitos para al último momento aplastarlos de un manotazo! ¡Y no nos daba dengue! Dengue el que siempre hacíamos en el diario vivir.
CADA GENERACIÓN TIENE UNA HISTORIA QUE CONTAR
La reunión llegó a su fin y los imberbes muchachos me vieron ya no como al hombre de las cavernas, pues se alejaron sonrientes y creo que comprendieron de una forma u otra, la importancia que tiene en la infancia y la adolescencia ¡Jugar, jugar y jugar! Pero eso sí, les dije al final, cada generación tiene su época y el fin de este asunto llamado vida, es pasarla bien, sin andar con amarguras, odios o resentimientos. Sino ¡Pasarla siempre lo mejor posible!, estando siempre bien con nuestra conciencia. ¿A poco no me proyecté altamente filosófico?
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