EL TELEGRAMA

EL TELEGRAMA
Con la persistencia que sólo los mexicanos tenemos, Cruz se enfrenta aquella tarde a una entrevista más para intentar conseguir empleo. Llegando a la oficina que le indicaron, frente al entrevistador, esto fue lo que sucedió: "¿Cuál fue su último salario?", Cruz responde: "Salario mínimo". "Pues me alegra informarle que si usted es contratado por nosotros, su salario será de setenta mil pesos al mes", le dice el entrevistador.  "¿Neta...?": Cruz. "¡Por supuesto! Y dígame ¿Qué carro tiene usted?: entrevistador. "La verdad es que yo tengo un carrito para vender elotes en la calle y una carretilla para transportar escombros": Cruz. "Entonces, sepa que si usted viene a trabajar con nosotros, inmediatamente le daremos un BMW convertible último modelo y un Audi A6 para uso de su esposa, ambos cero kilómetros": entrevistador. "¡¿Neta?!": Cruz. "¡Sí señor! ¿Usted viaja con frecuencia al exterior?": entrevistador. "Verá usted maistro... quemás lejos que yo viajé, fue a Xochimilco a visitar unos parientes": Cruz. "Pues si usted trabaja aquí, viajará por lo menos 10 veces por año, con agenda entre París, Londres, Roma, Mónaco, Nueva York, Moscú, ...entre otros países": entrevistador.  "¡¿Neta!?": Cruz. "Es como le digo señor Cruz, y le digo más ¡El empleo es casi suyo! No puedo confirmarle al 100% ahora, porque tengo que cumplir con el requisito de informarle a mi Gerente ¡Pero está casi garantizado! Si hasta mañana viernes a las 12 de la noche, usted no ha recibido un telegrama de nuestra empresa cancelando todo el proceso, significa que puede venir a trabajar el lunes a las 8 de la mañana": entrevistador.
Cruz salió radiante de la oficina. Ahora era sólo esperar hasta la medianoche del viernes y rezar para que no apareciera ningún maldito telegrama. Al día siguiente todo era optimismo... no podía haber existido un viernes más feliz que aquel. Cruz reunió a toda la familia y les contó las buenas nuevas. Después convocó al barrio entero y les informó que estaba comenzando una taquiza gigante, con música en vivo y bebida para todos los gustos, a la cual estaban todos invitados. Cuando fueron las 5 de la tarde ya se habían consumido varios barriles de cerveza y muchos kilos de maciza. Conforme avanzaba el día, más personas llegaban y la alegría desbordaba.
A las 9 de la noche, el barrio estaba extasiado y la fiesta hervía. La banda de música tocaba sin parar en tarimas improvisadas, los invitados bailaban y comían, mientras la bebida circulaba sin cesar. A las 10 de la noche la mujer de Cruz empezó a preocuparse, pues le parecía que aquello ya era demasiada exageración... pero todo continuaba. La vecina buenota, la apetecida del barrio ya comenzaba a bailar desenfadado y a apretarse contra Cruz, haciéndole descarados coqueteos. La banda seguía tocando, el volumen aumentaba, la cerveza corría por litros, el pueblo bailaba desaforado, la carne humeaba en las parrillas y era consumida en cantidades abundantes. A las 11 de la noche Cruz ya era el rey del barrio. Las cuentas de gastos para divertir y para llenar la barriga del conglomerado a esas alturas ya sumaban cifras gigantes... ¡Pero todo sería por cuenta del primer salario! La mujer de Cruz seguía medio afligida, medio preocupada, medio celosa, medio resignada, medio alegre, media boba y medio asustada. Once horas y cincuenta minutos... y doblando la esquina, al final de la calle, aparece un motociclista vuelto loco, entrando en la calle de la fiesta a toda velocidad y tocando insistentemente el pito de la moto ¡¡¡Era el telegrafista!!! La fiesta paró en un segundo... la banda se silenció al unísono... el primo de Cruz se atragantó con una papa... un borracho eructó... un perro comenzó a aullar ¡¡¡Dios mío!!! ¿Y ahora quien va a pagar la cuenta de esta fiesta? "Pobrecito Cruz..." Era la frase que la multitud murmuraba y se repetían unos a otros. Tiraron unos baldes de agua encima de las parrillas de la carne y hasta los carbones humeantes parecían llorar. Desconectaron los refrigeradores todavía rebosantes de cerveza. Los músicos se bajaron de la tarima. La mujer de Cruz se desmayó cuando la moto del telégrafo paró frente a su casa y preguntó: "Señor Cruz López Martínez". "Sí, sí... sí señor... soy... soy yo", dijo Cruz. La multitud no resistió más, un "Oooooh
hhh" apesadumbrado se escuchó por todos los alrededores. Algunos comenzaron a recoger sus cosas para retirarse a sus casas. Las mujeres lloraban abrazadas, los hombres se daban palmaditas de consuelo en los hombros los unos a los otros. El mejor amigo de Cruz estrellaba repetidamente la cabeza contra la pared, la vecina buenota se componía la falda y se arreglaba el cabello. "¡Telegrama para usted!", dijo el de la moto a Cruz. Este no lo podía creer, agarró el telegrama con sus manos temblorosas y con los ojos llenos de lágrimas. Irguió la cabeza y miró con valentía y tristeza a toda la multitud que aguardaba expectante. Un silencio total se apoderó del barrio... Respiró profundo y comenzó a abrir el telegrama. Sus manos temblaban y una lágrima se deslizó, cayendo sobre el pavimento. Miró de nuevo a todos los que hacía minutos lo idolatraban; todo era consternación general. Logró sacar el telegrama del sobre, lo abrió y comenzó a leer. La multitud aguardaba en silencio y se preguntaba: "¿Y ahora quién va a pagar toda esta cuenta?".
Cruz comenzó a leer el telegrama en silencio. A medida que lo hacía su rostro cambiaba de expresión y fue quedando muy, muy serio. Terminó su lectura y se quedó abstraído, mirando hacia la nada. Levantó de nuevo el papel y volvió a leerlo para sí. Al final dejó caer los brazos, levantó lentamente la cabeza sacó el pecho y miró a la multitud que lo esperaba.
Entonces... una sonrisa comenzó a dibujarse lentamente en el rostro de Cruz. En ese momento comenzó a saltar, a aullar de felicidad brincando como un niño, abrazándose con los que estaban a su lado en la mayor demostración de felicidad vista, mientras gritaba eufórico: "¡¡¡Se murió mi mamá, razaaa!!! ¡¡¡Nomás se murió mi amá!!! ¡¡¡No hay pedo, que siga
la fiesta!!!
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