MI GRAN AMIGO DON FERNANDO FERNÁNDEZ LAVID

MI GRAN AMIGO DON FERNANDO FERNÁNDEZ LAVID
Por andar fuera de la ciudad no pude estar en los funerales de mi gran amigo Don Fernando Fernández Lavid, pero, a través de este espacio doy mi más sentidas condolencias a su señora esposa Doña Nelly, así como a sus hijos: Fernando, Felipe, Nelly y Ángel.  
Pero ¿Quién que se diga veracruzano o mejor dicho jarocho, no fue amigo de Don Fernando Fernández Lavid? ¡Todo Veracruz gozó de la amistad de tan singular caballero! Y lo llamo singular porque efectivamente así fue Don Fernando ¡Singular! , pues fue único, extraordinario y muy buen amigo.
CONOCÍ A ESTE GRAN PERSONAJE A TRAVES DE OTRO GRAN SEÑOR
Reitero, de toda la vida, como buen jarocho, supe quién era Don Fernando, pero, fue a través de mi gran amigo y benefactor, Don Juan Malpica Mimendi que conocí y traté en forma personal a Don Fernando y no obstante ya sabía de su fama pública como un extraordinario ser humano, en cuanto tuve la oportunidad de tratarlo personalmente solamente confirmé todo lo bien que de él sabía. Precisamente, en el trato con Don Fernando conocí y traté a sus hijos, por lo que volví a confirmar lo ya sabido, aplicando la fórmula de: "al buen árbol por sus frutos lo conoceréis" (S.M. 12: 33). Y también aplica aquello de: "El hombre bueno, de sus buen tesoro saca cosas buenas" (S.M. 12: 35). Pues todos los integrantes de su familia son unas extraordinarias personas. Doña Nelly, su esposa, cuando ocasionalmente llamé a Don Fernando por teléfono, tuve la suerte de que ella siempre me contestara y antes de pasarle el auricular a su esposo, me hacía objeto de felicitaciones por lo que escribo en este espacio, incluso, se toma la señora el tiempo para señalarme los párrafos que más recuerda de lo que me publican. Y ¡Hombre!, que eso, en boca de una señora tan respetable, respetuosa y respetada es algo de considerar en mucho, pues no sólo motiva a continuar con esta actividad, sino a tratar de hacer las cosas mejor.
¡HOMBRE! GENEROSO COMO TODO UN BUEN HIDALGO
¿Generoso Don Fernando? Yo doy fe de tal proclividad de mi gran amigo hoy fallecido. Incluso, he llegado a pensar que no obstante en toda conquista lo que más sobra es crueldad, y la de nuestro país y continente por parte de los españoles no pudo ser la excepción, sin duda alguna hubo entre los conquistadores gente de gran valía que incuestionablemente contribuyeron a crear la grandeza de nuestra nación, pues tal y como lo he comentado en otras ocasiones, sería necio y torpe negar la mitad española que corresponde a las naciones hispanoamericanas, de las que México forma parte, y no me cabe la menor duda de que Don Fernando Fernández Lavid, le correspondió de algún modo ser parte de la descendencia de algún hidalgo con nobles sentimientos y espíritu humanitario  que forjara la estirpe de la que él formó parte y que por azares del destino él llegó a Veracruz a hacer el bien, pues no sólo se empeñó en hacer una notable industria del Gran Café de la Parroquia, la cual da trabajo a muchas familias en nuestra ciudad y Estado, sino que además, fue un filántropo que siempre tuvo la mano tendida para quien le fuera a pedir ayuda.
Y PASÓ POR EL MUNDO HACIENDO EL BIEN (H. DE LOS APOT. 10:38)
O sea, compartió todo aquello que a través del tesón, trabajo y honestidad construyó día a día, pues no sólo me consta a mí, sino a toda la clientela que diariamente acude al Gran Café de la Parroquia, ver cómo Don Fernando estaba hasta apenas unos meses antes de su partida de este mundo, al pendiente de que todo estuviera marchando bien a favor de los clientes. Siempre sonriente, de buen humor y excelente disposición. Y no obstante haber obtenido un gran éxito como empresario, jamás dejó su actitud de hacer sentir bien al prójimo; cada vez que lo saludaba, me decía sonriente: "¿Qué pasó Ingram, cómo te va?". En una ocasión que le pregunté cómo había logrado ser tan longevo gozando de tan buena salud, me contestó que tomando puro café de La Parroquia, acto seguido me obsequió un gran frasco de puro extracto de café, el cual incuestionablemente refrigeré y ¡Todo me lo terminé! Tuve el buen tino de guardar el frasco, el cual está ahora adornando mi librero. Y hoy, con más gusto veo tan singular obsequio
e ipso facto rememoro a mi gran amigo Don Fernando, que de nosotros se habrá marchado físicamente, pero, que perdurará por siempre en nuestro recuerdo y en la memoria colectiva de la población, por lo tanto: Don Fernando sigue entre nosotros los jarochos ¡Sus paisanos!
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