LA IMPORTANCIA DE SER PUNTUAL

LA IMPORTANCIA DE SER PUNTUAL
Al Padre Arturo le estaban haciendo su cena de despedida por sus 75 años de vida y por la consecuente jubilación conforme al código Canónigo. Un político miembro de la comunidad fue invitado para dar un breve discurso. Como el político tardaba en llegar, el sacerdote decidió decir unas palabras él mismo para mantener atenta a la asistencia:
"Mi primera impresión de la Parroquia la tuve con la primera confesión que me tocó escuchar. Pensé que me había enviado el Obispo a un lugar terrible, ya que la primera persona que se confesó me dijo que se había robado un televisor, que les había robado dinero a sus papás, había robado también en la empresa donde trabajaba, además de tener aventuras sexuales con la esposa del jefe. También en ocasiones se dedicaba al tráfico de drogas; y para finalizar, confesó que le había trasmitido una enfermedad venérea a su propia hermana. Me quedé asombrado, atónito, asustadísimo... Pero, cuando transcurrió un tiempo, fui conociendo más gente y vi que no eran todos así, vi una parroquia llena de gente responsable, con valores, comprometida con su fe. Y así he vivido los últimos años más maravillosos de mi sacerdocio".
Justamente en ese momento llegó el político, por lo que se le dio el uso de la voz; ofreció disculpas por el retraso y empezó diciendo: "Nunca voy a olvidar el primer día que llegó el Padre Arturo a nuestra parroquia... De hecho, tuve el honor de ser el primero que se confesó con él...
MORALEJA: ¡Nunca llegues tarde, la puntualidad es un hábito valioso!
EL DISFRAZ NEGRO
Tres amigas se reúnen para hablar acerca de sus relaciones amorosas. Una es casada, otra está comprometida y la última tiene amante.
Deciden sorprender a sus hombres y coinciden las tres en que usarán esa noche, ropa interior negra de piel, tacones altos y antifaz. A los pocos días se reúnen para comer y comentarlo todo. Entonces la comprometida les dice a las otras dos que esa noche, llegó su novio y la encontró con todo el atuendo negro de piel, tacones altos y el antifaz y que le dijo con voz arrebatada y acento urgido: "¡Eres la mujer de mi vida! ¡Te amo!". Y relató toda la noche fue de amor apasionado.
La del amante refirió que, como trabajaban en la misma oficina, ella llegó con atuendo similar, pero con medias negras de red, cubierto todo por una gabardina. Llegada la hora del almuerzo, ella le dijo a su amante que esperara, cuando estuvieron solos se quitó ella la gabardina y al ver el chamacón todo aquello, sin decir palabra alguna, pero con una enorme cara de deseo, la llevó casi en rastras al cuarto de servicio de la oficina y ahí hicieron el amor de manera desenfrenada, terminando su relato diciendo: "¡Tuvimos el mejor sexo de nuestra vida!".
La casada, habiendo escuchado la casi explosiva narrativa de sus contertulias, comienza su relatoría: "Mandé a los niños a la casa de mi madre esa noche, cuando llegó mi marido y me vio en aquel tremendo disfraz entallado a mi cuerpo de puro cuero negro, con los tacones super altos, mi antifaz más que super, amén de haberme perfumado generosamente, me dijo el muy cabrón: "¡¿Qué hay de cenar Batman!?".
LA VEJEZ Y LA SORDERA
Dos ancianos se encuentran hablando sobre el envejecimiento: "La peor parte se la llevan nuestras mujeres, pues además, ellas siempre se negarán a admitir que envejecen y tratan por cualquier medio de esconder sus achaques". Dice uno, y el otro responde: "¿Sabes qué? ¡Sí!, tienes toda la razón. Y te cuento que he encontrado un buen truco para hacerles ver sus discapacidades por medio de un jueguito muy simple, pero efectivo. Mira, si quieres saber si tu mujer se está empezando a quedar sorda, colócate a 10 metros de ella y hazle una pregunta. Cuando veas que no te responde, acércate 5 metros; si sigue sin responder, acércate 2 y luego hasta un metro. Ya no le quedará más remedio que darse cuenta de que se está quedando sorda".
El viejito encuentra que la idea es buena y cuando llega a casa se coloca a 10 metros de su señora y pregunta levantando la voz: "Cariño, mi vida ¿Qué hay de cenar?". No recibe respuesta y se acerca los 5 metros sugeridos por su amigo y le pregunta de nuevo: "Mi vida, mi viejita linda ¿Qué hay de cenar?". No recibe tampoco respuesta, por lo que decide llegar al punto tres del consejo, y se acerca a 2 metros: "Mi amorcito ¿Qué vamos a cenar?". Y nada de nada, un silencio sepulcral. Se acerca entonces a un metro de ella y compadeciéndola, sintiendo lástima por ella, suspirando le pregunta: "Mi vida ¿Qué vamos a cenar?". Y la señora enfurecida y desesperada, con acre acento en la voz responde a gritos: "¡Viejo pendejo! Ya te dije 4 veces que ¡Pollo con papas fritas y ensalada! ¿Estás sordo o quééééé?
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