¡AH! EL GRAN Y GRATO GREMIO DE: ¡LAS ENFERMERAS!
¡AH! EL GRAN Y GRATO GREMIO DE: ¡LAS ENFERMERAS!
Apenas ayer se festejó al muy aguerrido gremio de la enfermería, que dicho sea de paso, en función a la equidad de género, siendo ésta una de las únicas actividades del quehacer humano en manos exclusivas de las mujeres, los hombres irrumpieron en tal desempeño, pero, en virtud de que originalmente eran puras mujeres, prevalece el nombre de "DÍA DE LA ENFERMERA".
UN DIA A CELEBRAR MÁS QUE JUSTIFICADO
No sé desde cuándo se festeje a mis gratas, cuanto admiradas amigas, pero, así como he comentado eso de la creación de un día para todo, lo cual me parece de lo más exagerado, el de las enfermeras creo es uno de los más justificados, pues no obstante los galenos son los que llevan la voz cantante en materia de la recuperación de la salud, indiscutiblemente son las aguerridas enfermeras las encargadas de dar esa medicina tan necesaria al ser humano, sobre todo cuando tiene la salud quebrantada ¡Comprensión, paciencia y cariño!, además ¡Desmadre!, sí, así debe ser dicho, pues cómo recuerdo la gran pachanga que siempre había en el IMSS cuando mi operación de la peritonitis, imborrable el recuerdo de mi querida Tere, Angelita y la gran ¡Güera! Esta última me vaticinó sin más ni más que se me iba a infectar la herida, pero, sin afán alguno de malicia, sino con toda esa desfachatez que siempre la caracterizó, que lejos de provocarme el pánico lógico, por la expresión y lenguaje corporal como me lo dijo, solté una
de mis clásicas carcajadas, que casi logra en ese momento el vaticinio pues se me habrían soltado las puntadas.
EN SU MAYORIA SON LAS MANOS DE DIOS
Realmente de no ser por estas maravillosas personas llamadas enfermeras, la estadía en los hospitales, de por sí fea, se tornaría espantosa. Obvio, hay sus excepciones, pero, afortunadamente son las menos y son más las humanas y profesionales de la enfermería. Incluso, recuerdo también a un joven enfermero, cuyo nombre no me acuerdo, era algo gordito, moreno y altamente bullanguero, luego hasta bailaba con la música que tenía yo en el cuarto. Hoy, en retrospectiva veo mi estadía en el IMSS como una romería, y esto en virtud a la presencia del personal de enfermería.
Ojalá y la federación, en lugar de andar con aumentos de gasolina, como si se tratara de un castigo a la población porque no se aprobó la entrega de PEMEX al sector privado, se dedicara con ahínco al rescate del IMSS para que volviera a ser aquel gran centro de atención a la salud de los mexicanos como lo fuera hace algunos ayeres.
Pero, no se trata ahora de echar leña, sino festejar y felicitar a todo el gremio enfermeril por la tan humana y necesaria labor que desarrollan en la recuperación de los enfermos.
¡QUE GREMIO TAN HUMANO Y HUMANISTA!
Con cuánto agrado recuerdo también a las madrecitas que atendieron a mi mamá en el San Francisco ¡Qué paciencia y buen humor de las religiosas!, pues con el relajo que nos teníamos en la habitación de mi señora madre, incluidas las carcajadas de todos los hijos ahí presentes, era como para que nos hubiesen corrido con todo y madre (me refiero a la enferma) a medio camellón de Martí, pero no, las religiosas, creo sabedoras de que mi madre estaba terminal, no sólo le prodigaron todos los auxilios físicos y espirituales que tanto reconfortaron a mi mamá, sino que condescendieron en tolerar los exabruptos y desorden de mi familia (yo siempre me mantuve serio, muy en mi papel). Y, como les digo, gracias a toda esta labor por parte de las religiosas que se desarrollan como enfermeras, y claro, sin dejar de lado el altamente papel profesional del médico tratante, mi madre partió de este mundo en condiciones más que humanas.
POR SER ENFERMERAS YA SON HIJAS DE DIOS
Por eso, insisto, el día de ayer está más que justificado para la celebración y felicitación de estos aguerridos y grandiosos personajes que son la sal y la pimienta de los hospitales: ¡Las enfermeras! Sin las cuales, obvio, otra cosa en alto grado negativo resultaría el tratamiento de los enfermos.
En virtud a lo anterior, me uno a la voz generalizada de la comunidad para agradecer, reconocer y felicitar a tan singulares personas que realizan una actividad realmente equiparable en semejanza a las manos de Dios, pues en la voluntad de las enfermeras siempre está presente el prodigar lo mejor de ellas hacia los pacientes ¡Y me consta!
http: //losbuenosdias.blogspot.com
correo: losbuenosdias@email.com
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Apenas ayer se festejó al muy aguerrido gremio de la enfermería, que dicho sea de paso, en función a la equidad de género, siendo ésta una de las únicas actividades del quehacer humano en manos exclusivas de las mujeres, los hombres irrumpieron en tal desempeño, pero, en virtud de que originalmente eran puras mujeres, prevalece el nombre de "DÍA DE LA ENFERMERA".
UN DIA A CELEBRAR MÁS QUE JUSTIFICADO
No sé desde cuándo se festeje a mis gratas, cuanto admiradas amigas, pero, así como he comentado eso de la creación de un día para todo, lo cual me parece de lo más exagerado, el de las enfermeras creo es uno de los más justificados, pues no obstante los galenos son los que llevan la voz cantante en materia de la recuperación de la salud, indiscutiblemente son las aguerridas enfermeras las encargadas de dar esa medicina tan necesaria al ser humano, sobre todo cuando tiene la salud quebrantada ¡Comprensión, paciencia y cariño!, además ¡Desmadre!, sí, así debe ser dicho, pues cómo recuerdo la gran pachanga que siempre había en el IMSS cuando mi operación de la peritonitis, imborrable el recuerdo de mi querida Tere, Angelita y la gran ¡Güera! Esta última me vaticinó sin más ni más que se me iba a infectar la herida, pero, sin afán alguno de malicia, sino con toda esa desfachatez que siempre la caracterizó, que lejos de provocarme el pánico lógico, por la expresión y lenguaje corporal como me lo dijo, solté una
de mis clásicas carcajadas, que casi logra en ese momento el vaticinio pues se me habrían soltado las puntadas.
EN SU MAYORIA SON LAS MANOS DE DIOS
Realmente de no ser por estas maravillosas personas llamadas enfermeras, la estadía en los hospitales, de por sí fea, se tornaría espantosa. Obvio, hay sus excepciones, pero, afortunadamente son las menos y son más las humanas y profesionales de la enfermería. Incluso, recuerdo también a un joven enfermero, cuyo nombre no me acuerdo, era algo gordito, moreno y altamente bullanguero, luego hasta bailaba con la música que tenía yo en el cuarto. Hoy, en retrospectiva veo mi estadía en el IMSS como una romería, y esto en virtud a la presencia del personal de enfermería.
Ojalá y la federación, en lugar de andar con aumentos de gasolina, como si se tratara de un castigo a la población porque no se aprobó la entrega de PEMEX al sector privado, se dedicara con ahínco al rescate del IMSS para que volviera a ser aquel gran centro de atención a la salud de los mexicanos como lo fuera hace algunos ayeres.
Pero, no se trata ahora de echar leña, sino festejar y felicitar a todo el gremio enfermeril por la tan humana y necesaria labor que desarrollan en la recuperación de los enfermos.
¡QUE GREMIO TAN HUMANO Y HUMANISTA!
Con cuánto agrado recuerdo también a las madrecitas que atendieron a mi mamá en el San Francisco ¡Qué paciencia y buen humor de las religiosas!, pues con el relajo que nos teníamos en la habitación de mi señora madre, incluidas las carcajadas de todos los hijos ahí presentes, era como para que nos hubiesen corrido con todo y madre (me refiero a la enferma) a medio camellón de Martí, pero no, las religiosas, creo sabedoras de que mi madre estaba terminal, no sólo le prodigaron todos los auxilios físicos y espirituales que tanto reconfortaron a mi mamá, sino que condescendieron en tolerar los exabruptos y desorden de mi familia (yo siempre me mantuve serio, muy en mi papel). Y, como les digo, gracias a toda esta labor por parte de las religiosas que se desarrollan como enfermeras, y claro, sin dejar de lado el altamente papel profesional del médico tratante, mi madre partió de este mundo en condiciones más que humanas.
POR SER ENFERMERAS YA SON HIJAS DE DIOS
Por eso, insisto, el día de ayer está más que justificado para la celebración y felicitación de estos aguerridos y grandiosos personajes que son la sal y la pimienta de los hospitales: ¡Las enfermeras! Sin las cuales, obvio, otra cosa en alto grado negativo resultaría el tratamiento de los enfermos.
En virtud a lo anterior, me uno a la voz generalizada de la comunidad para agradecer, reconocer y felicitar a tan singulares personas que realizan una actividad realmente equiparable en semejanza a las manos de Dios, pues en la voluntad de las enfermeras siempre está presente el prodigar lo mejor de ellas hacia los pacientes ¡Y me consta!
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