FEBRERO LOCO Y MARZO OTRO POCO

FEBRERO LOCO Y MARZO OTRO POCO
Tal era (o es) la descripción popular de estos dos meses en virtud de que en febrero los días resultan inciertos, unas veces calor, otras viento y otra frío, pero no hay un parámetro tal y como sucede luego en el resto de los meses; marzo es un poco como febrero, de ahí la culminación del apotegma. Pero, independientemente del leve "norte" que ahora tenemos y las bajas temperaturas. Déjenme decirles que en las décadas de los sesenta y setenta, si mal no me acuerdo los "nortes" eran por lo regular como el penúltimo que tuvimos, de rachas muy fuertes y de bajas temperaturas. Pero, independientemente de que muchos medios ahora hacen toda una alharaca por el más leve viento, en aquellos días no pasaba gran cosa en virtud de que no habíamos tantas personas, la ciudad apenas era la cuarta parte de lo que hoy es la "zona conurbada", la gente no tiraba la basura a la calle, no existían toda esa gama de "anuncios espectaculares" que a la menor ventisca se vienen abajo, amén de que los existentes estaban muy bien construidos.
LOS ANCESTROS TUVIERON MEJOR VISIÓN
Recuerdo muy bien el basurero en aquellos días estaba en lo que hoy se llama la colonia el Coyol, situado dicho lugar al sur de la ciudad, por lo tanto, cuando soplaba el viento del norte toda esa serie de bacterias producidas en todo basurero iban a parar a lugares no habitados, pero, independientemente de que la ciudad creció, quién sabe quién tuvo la feliz ocurrencia de ubicar el basurero ahora exactamente al norte de la zona conurbada, lo cual equivale a que con cada viento de ese punto cardinal ¡Toda la ciudad se llena de basura y bacterias!
TODA UNA BARRERA PROTECTORA DE LA MANCHA URBANA
Además, todo Veracruz estaba protegido por gruesas "cortinas" de casuarinas, que iban a lo largo del Circunvalación, cuyo nombre lo dice todo, o sea, circundaba buena parte de la ciudad, desde la parte norte, bajando exactamente el puente "Morelos" y llegaba hasta lo que hoy es la "Bodega Comercial Mexicana", o sea, Miguel Ángel de Quevedo y Xalapa. Incluso, este personaje, también conocido como "El Apóstol del Árbol", tuvo mucho que ver con el levantamiento de estas "cortinas" vegetales. La zona portuaria era una bendición de trabajo y no el dolor de cabeza que hoy representa para la ciudad por la cantidad de arena que nos cae porque "pelaron" las zonas de casuarinas y no han hecho nada para detener la "lluvia" de arena con cada "norte".
DE AHÍ EL NOMBRE DE "PENACHO DE INDIO"
Hoy las jóvenes generaciones no saben por qué a ese montículo que da hacia el mar, precisamente dentro del fraccionamiento "Costa de Oro", se le llama "Penacho de Indio", y se debe a que se trata de un médano que en su momento fue "fijado" a través de la siembra de una buena cantidad de casuarinas que en virtud de la forma del médano, desde lo lejos se asemejaba a un "penacho de indio"; hoy, de tal "penacho" sólo queda el recuerdo en función a que ya todo está urbanizado.
Incluso, los ahora llamados pomposamente "cinturones de miseria", o sea, toda esa gama de casas construidas por las personas más desfavorecidas económicamente de la comunidad, no eran de la enorme cantidad que hoy se aparecen en la periferia de las ciudades, por lo que no había tanto damnificado como en el presente, amén de que hasta las construcciones de madera estaban muy bien hechas.
ESO SÍ, TAMBIÉN SE IBA LA LUZ
El quedarse sin luz durante los "nortes" no es cuestión de apenas ahora ¡Para nada!, siempre se ha ido la luz, pues la Comisión Federal de Electricidad siempre ha sido ineficiente, únicamente que en aquellos ayeres la gente estaba mejor aspectada en virtud de que siempre se tenía en casa una buena dotación de velas (y cuando no había, hasta las de la Primera Comunión, que se guardaban cual preciado tesoro en la vitrina, salían a relucir), o, como no había tecnología de punta, en algún lugar debajo del lavadero había algún quinqué todo tiznado, a la espera de ser reutilizado.
NO ERA TAN PELIGROSO SALIR A LA CALLE
Y andábamos de casa en casa los chamacos, pues en la calle el viento no dejaba jugar ¡E íbamos a la tienda a los mandados!, la clásica recomendación de las mamás en aquel entonces era: "Tengan mucho cuidado, no les vaya a caer un cable de luz. Vayan por la otra acera contraria al paso de los cables". Y aquí estamos, vivitos y coleando, nadie murió por algún objeto volador de lo que hoy lamentablemente abundan cuando sopla el menor norte.
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